Bueno, por lo menos de algo les sonará a la gente fundamentalmente joven de nuestro país. Se trata de una red social virtual que, desde su página en internet (ésta, ni más ni menos), sus usuarios registrados pueden conectarse entre sí y sus amistades, enviar comentarios y mensajes privados, subir fotos, crear entradas de blog… Vamos, que visto lo visto parece que no aporta nada novedoso. Sin embargo, cuenta con la característica de una mayor privacidad. El perfil de cada uno no es que sea algo abierto a todo el mundo, y está organizado mediante redes (provincias, universidades, colegios mayores, empleos…), de manera que podemos llegar a reencontrarnos con aquellos amigos del instituto con los que jugábamos a la ouija durante el recreo, a quienes les perdimos la pista al terminar la selectividad.
Su popularidad ha crecido como la espuma en los últimos meses, de forma que ahora todo humano va preguntando a quien pille por delante si tiene Tuenti para agregarlo, y tenerlo en su lista para que así se vaya incrementando y pueda fardar de tener más amigos que nadie (cuando en realidad lo que tiene es a un montón de gente que nunca va a escribir porque le importa un carajo). En efecto, hay usuarios que se toman su cuenta como una competición, a ver quién tiene más visitas. Esa preocupante manía hace que el usuario en cuestión haga uso del Tuenti de manera apabullante (comentando por comentar, o pegando dibujitos con caracteres en los tablones de los demás que, en realidad, son tan estupidos como para pegarle con un clavo pinchado en un palo).
Hay quienes se toman el Tuenti como un espacio de ligoteo. Pero tampoco es de extrañar. Existen personajillos que se ponen de imagen principal fotos suyas, tirando a guarras. Ya no sólo se trata de la foto clásica sin camisa sacada en el espejo de casa (luchando por ver quién es el más cutre de Tuenti), sino que otras son más elaboradas: el rey del slip en la piscina, la diosa de los vaqueros de 5 centímetros de largo sacando muslo en el jardín, todos ellos recién rasurados para la ocasión. En definitiva, fantasmillas que aunque indiquen que sólo buscan amistad en su perfil, quieren hacer babear a los demás sobre el teclado y ‘echarse macho’ (o hembra, según corresponda).
Otra jodienda son las etiquetas. En un principo, los usuarios subían fotos que inmortalizaban eventos personales, reuniones familiares, quedadas con los colegas, cada uno etiquetado con su nombre allá dónde apareciese colocado. Ahora ya no. La gente etiqueta al primero que se le ocurra en el codo de otra persona, en una palmera, en la escobilla del baño o, si se tercia, en una rata pululando por el suelo (eso si se trata de una fotografía casera, porque igual suben cualquier imagen buscando la gracia donde no la hay). Lo que además crea es mal rollito y que lleva a éstos a desetiquetarse, o bien también porque recibe avisos de nuevos comentarios en dicha foto, que escriben los demás masivamente, comentando gilipolleces que no nos interesan.
Muchos han coincidido conmigo en que lo más insoportable del Tuenti son los multitudinarios eventos que los usuarios crean y mandan a unos, y unos mandan a otros, y otros mandan a la madre que les trajo. Porque, díganme a mí, ¿es normal preguntar por ahí si voy a ir o no, o si quizás, según cuántas personas somos en el Tuenti, si me gusta la película de Los Goonies, o en el supuesto caso de si es razonable triturar los sesos a quien se le ocurrió esa idea de los eventos? Se escapa de esta crítica la fecha de los cumpleaños. Gracias a esta iniciativa no hay excusa para felicitar en su tablón a aquella persona de la que no sabemos siquiera si tiene voz de Espinete.
Sin embargo, lo más sobreacogedor de todo esto es ver a alguien que conoces agregada como amigo de otra pero que no son del mismo círculo de conocidos, vamos, que en principio no imaginabas que tuviesen cualquier tipo de relación. Es algo que da miedo, la verdad. Como pa’ cagarse por las patas p’abajo. Porque empiezas a darle vueltas al coco ante esa inverosimilitud, sobre el por qué, cómo, cuándo, y qué estarán tramando a tus espaldas… Por otra parte, si nos ponemos a buscar a gente en el Tuenti, se nos puede aparecer, ante nuestro asombro, cuentas como las de Mariano Rajoy, Carmen de Mairena o Bill Gates. Evidentemente, no han sido creados por ellos mismos, sino por algún retorcido. Hay algún famosillo que sí maneja su propio Tuenti, como Sergio Rivero. Pero de ahí a creernos que los perfiles de Marilyn Monroe, de Cristóbal Colón o de Julio César Augusto son de verdad, sería rozar el límite hacia el frikismo abismal, como el de Karl Marx, que hay que ser panoli para creerse que vive en Córdoba y estudia en la Universidad Complutense de Madrid, según reza su perfil.
En fin, eso es de lo que se trata realmente el Tuenti, lo que hay, sin paños calientes. Sus creadores están viviendo ahora en la gloria, pero que no se confíen mucho. Todo tiene su momento, de tocar techo y de estallarse en el fondo. La gente siempre está ansiosa de cosas nuevas, y desecha lo que ya le tiene cansado, más aún si han derivado hacia despuntes irracionales y tonterías varias. Como parte irremediable de ese colectivo, declaro que a mí me está pasando ya.